“Este objeto está vinculado a cómo uno empieza a asumir su condición de sobreviviente. Eso se da cuando uno da su primer testimonio escrito, cosa que nosotros hicimos en Venezuela apoyados por el padre Patricio Rice que era, en ese momento, el Secretario de la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos Desaparecidos (FEDEFAM). El trabajo con Patricio me llevó como tres meses y lo tipeó otra sobreviviente de la ESMA (Nilda Actis), porque nosotros dos trabajábamos todo el tiempo y tampoco teníamos máquina de escribir. Cuando presenté ese testimonio en Estados Unidos en un congreso de Amnistía y America´s Watch, me hicieron una entrevista para la revista ´Siete días´, una publicación que ya no existe. Creo que esa entrevista tiene un valor histórico porque en ese momento fue el primer reportaje público que le hicieron a un desaparecido durante la dictadura. También fue, me parece, la primera vez que la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) apareció con una foto publicada. La nota incluyó un plano de ´capucha´ y ´capuchita´* que nosotros reprodujimos del primer testimonio que hicieron Ana María Martí, Alicia Milia de Pirles y Sara Solarz de Osatinsky, a quienes nosotros llamábamos ´las chicas de Paris´, porque allí dieron su testimonio al exiliarse. En esos momentos, Patricio consiguió la invitación para el congreso que hacía Amnistía sobre tortura en Wisconsin y fui yo como invitado a exponer mi historia. Cuando regresé fui a Nueva York y a Washington, donde me junté con otro compañero que se llama Juan Méndez y que también había sido preso político para presentar un testimonio en la cámara de representantes del Congreso de Estados Unidos. Después de eso Juan me dijo: ´por qué no tratamos de darle mayor difusión a esto´. En Europa ya se conocía el testimonio de ´las chicas de París´, pero de este lado no había nada. Así que yo acepté e intentamos con Siete Días. Yo había trabajado en la Editorial Abril, que era donde la imprimían, así que pensé que en una de esas podía venderles la idea. Buscamos quién era el corresponsal, lo llamamos y ahí el tipo en seguida nos dijo que vayamos para Nueva York. Fuimos y empezamos a hablar de la entrevista. Yo le dije que para mi era fundamental que no me tergiversara nada de lo que dijera. Él me dijo que por supuesto e inmediatamente después tuvimos la primera discusión porque me dijo que vayamos a la casa a hacer las preguntas pero que al ser una primicia en Argentina él iba a proponer que sea tapa de la revista y entonces era necesario hacer fotografías. Para eso me propuso que saquemos una foto en la Estatua de la Libertad. Yo le dije que ni en pedo. Si ese es el costo, no le iba a dar la entrevista. Eso representaba todo lo contrario para mi. Qué mejor símbolo del ´American Way of Life´ que salir en una foto en la Estatua de la Libertad. Así que buscamos una alternativa. Me salvó el hecho de que Mario Diament (el periodista) es judío y entonces propuso ir a un monumento que hay contra el holocausto. El ejemplar de la revista se agotó en Argentina en esa oportunidad y me sirvió, a la vez, para establecer muchos nexos con compañeros y personas que no me veían desde que me secuestraron. También se agotó la revista en Venezuela, que es donde yo estaba viviendo. Por suerte, yo la pude conseguir en Caracas como 20 días después en un kiosko que se llamaba ´Prensa del Sur´ y que traía revistas y periódicos de Argentina, Uruguay y Chile. Una de las personas que se enteró de que estaba vivo por esa revista fue mi hija, por ejemplo. Es que justo el día anterior a que yo fuera secuestrado mi compañera me contó que estaba embarazada. Durante mucho tiempo entonces ella le dijo a mi hija que yo estaba muerto, en el cielo. Entonces, cuando salió la revista un compañero que no me conocía le dijo ´comprá Siete Días que hay una entrevista a Lanusse´. Así fue como cuando ella llegó al kiosco y vio la revista casi se muere. Me reconoció y habló con mi hija, que ya tenía seis o siete años. Un año y pico después recién pude retomar el contacto con ellas. Estaban viviendo en Posadas, Misiones, y fui allí a verlas. Esta
compañera fue mi primera pareja. Inclusive, me casó la organización y creo que
soy el único casado de esta forma. María Antonia Berger, sobreviviente de
Trelew y mi responsable dentro de la organización, fue la que nos casó. Los
testigos fueron mis dos hermanos, que ahora están desaparecidos. Yo no sabía como se llamaba y ella tampoco sabía mi nombre. Solo conocíamos nuestros sobrenombres: ella era Negra y yo era Chito o Bocón. Su nombre legal lo supe años después cuando estuve en libertad, después de investigar. Ella se debe haber enterado del mío porque cuando caí se juntó con mis hermanos y decidió dejar de militar. Por eso se fue a Misiones, que es de donde era ella. Pero todos esos datos yo no los tengo con certeza porque mis hermanos después desaparecieron. Son todas suposiciones. A mi actual pareja la conocí en la ESMA y nos juntamos ahí. Trabajábamos en el área de prensa los dos y nos liberaron juntos (ver credenciales de periodista apócrifas de Lisandro Raúl Cubas ). Seguimos así desde entonces”. *NdR: ´Capucha´ y ´Capuchita´ era el nombre con que fueron conocidos dos sectores de la ESMA donde alojaban a los detenidos. Para leer más sobre el funcionamiento de la ESMA puede entrar aquí. *Testimonio de Lisandro Raúl Cubas registrado por Memoria Abierta el 10-08-2010. |