“El cuadro es de mi abuelo, el papá de mi mamá, que era un anticuario veneciano. Él se quedó en Italia cuando nos vinimos nosotros y se lo llevaron. El decía que allá no podía pasar nada. El cuadro estaba en casa de mi mamá y cuando falleció me lo traje. Para mi, personalmente tiene mucho significado porque es el abuelo que yo amaba, el que me contaba cuentos interminables. Cuando me fui me regaló 50 liras para que me comprara diez libros para el viaje. Me los leí todos en los 16 días del viaje, aunque me duraron muchísimo más, porque los releía permanentemente. Para mi eran el vínculo... Mi madre fue muy previsora en el exilio porque vinimos muy rápido. En el 39, cuando todavía no era tan grave la cosa, aunque ya había leyes. Yo cumplí once años en el barco. Recuerdo que a los 9, mi papá que era abogado me llevó a ver los tribunales. Me explicó que era la justicia y todo eso. Poco después aprendí lo que era la injusticia, y fue muy traumático, porque me echaron del colegio. Echaron a todos los chicos judíos de la escuela primaria. Las dos historias, la de mi abuelo y mi hija, terminan ambas sin tumba”. * Testimonio de Vera Jarach registrado por Memoria Abierta el 26 de julio de 2010. Vera es periodista y escritora. Al momento de la entrevista integra la Fundación Memoria Histórica y Social Argentina y la Comisión Directiva de Memoria Abierta. |